¡Qué juego diabólico éste!

Viví un fin de semana en plan máster del fútbol y déjenme que les cuente mi vida. Empecé en Mestalla, con el 3-0 al Madrid. Sobre ese partido, poco que añadir. Sin motivación no hay fútbol. El Valencia la tenía toda, y más con el Madrid delante (el día que todos jueguen media Liga como lo hacen contra el Madrid tendremos seis campeones) y el Madrid  no tenía ninguna. Si hubiese aprovechado algunas de sus incursiones sobre César con 0-0, quizá. Pero en cuanto marcó Mata no hubo más secreto que desvelar por cuántos goles ganaría el equipo de Emery. Lo hizo por tres.

Al día siguiente me mandaron a Barcelona. Se anunciaba el alirón. Partido en el Camp Nou, un Barça felicísimo tras ganar en Madrid y empatar en Londres... 3-1 al descanso. Todo preparado para un final apoteósico. Había camisetas preparadas en las que se leía ¡campeones!

Guardiola y Puyol iban a hablar desde el centro del campo... Pero un penalti transformado por Matigol y otro tanto de Joseba Llorente, que ya había empatado a uno, nos recordaron que esto es un juego y, por tanto, puro azar. No en 38 jornadas, pero sí en un partido.

Azar fue que Iniesta metiera aquel gol al Chelsea en el descuento. Azar fue que el Villarreal se impusiera por 0-2 en la segunda parte del partido del alirón. Total, que los festejos se quedaron para otro día y yo me acordé de mi abuela, que repetía entre otras sentencias de abuela: "Hija, no somos nada".

Y menos, en fútbol. ¡Ah! Me supongo que tras ver al Villarreal, la opción Pellegrini como entrenador del nuevo Madrid se ha reforzado. Valdano insistirá sobre el chileno a Florentino.



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