Descansa en paz

En la versión Disney de la historia del Rey Arturo, se presentaba al que supuestamente fuera rey de Bretaña en el siglo VI y uno de los personajes más míticos de todos los tiempos como un chico más bien marginado. Lejos de la sociedad e incluso apartado por su propia familia, que ni siquiera confiaba en él. Sin embargo, a la hora de sacar la famosa Excalibur de la piedra, el único capaz de hacerlo era el propio Arturo, ascendiendo al ‘olimpo’ de inmediato después de tantas penurias. Y algo similar le ha pasado a Van der Vaart en esta temporada, que ha pasado de estar prácticamente desahuciado en verano y apenas gozar de la confianza de técnicos y afición, a ser una figura clave en este Real Madrid.

Mucho se está hablando de Raúl después de que se lesionara en La Romareda -y bien que se lo merece-, pero precisamente porque ese esguince ha eclipsado durante algunos días la actualidad blanca, y porque me da en la nariz que el ‘7’ se recuperará a tiempo, creo que es de recibo darle también su homenaje a Van der Vaart. Un reconocimiento que el holandés se ha ganado a pulso, por otra parte. La directiva blanca decidió quedarse con Rafael en verano, entre otras cosas, porque el propio futbolista lo pidió para poder quedarse en Madrid y así continuar con el tratamiento médico de su mujer en la capital española. Sin embargo, con el paso del tiempo, el ‘23’ blanco ha demostrado que su estancia en la ciudad no era circunstancial, sino que estaba dispuesto a  luchar con toda su caballería por hacerse un hueco en este equipo ‘neogaláctico’.

En la pretemporada era uno de los descartes habituales, de hecho sólo jugó cuarenta y cinco minutos en total entre los nueve partidos preparatorios en verano. Y hasta la cuarta jornada no fue siquiera convocado en Liga. Es más, hasta el 17 de octubre (tres meses después de comenzar a entrenar) no debutó como titular, un jugador que hay que recordar que pertenecía a la nobleza en el Hamburgo y en la selección holandesa y que el año pasado deslumbró a propios y extraños al comienzo de la temporada mientras que Sneijder estuvo lesionado. Eso sí, en ese tiempo en el ostracismo, Van der Vaart en ningún momento desenvainó su espada, sino que se limitó a entrenar más duro. Y su gran oportunidad llegó después del ‘Clásico’ en el Camp Nou, cuando Kaká cayó lesionado por una pubalgia.

Entonces, con el ‘8’ en la enfermería blanca, fue cuando Van der Vaart destapó el tarro de las esencias desde la posición de mediapunta. Su movilidad entre líneas, la visión de juego, el derroche de fuerza y esa gran dosis de calidad tanto con el balón en juego como en parado encajaron a la perfección en el esquema de Pellegrini y, aunque una inoportuna rotura le dejara fuera tres jornadas, el destino quiso que Kaká sufriera una contractura en el adductor y que Van der Vaart recuperara su sitio en el once titular apenas diez días después de reaparecer. Y fue hasta el pasado sábado cuando el holandés ha ocupado ese lugar, y de una forma notabilísima. Su inclusión pasó al principio desapercibida, pero con el paso del tiempo se demostró que no es que “hiciera las veces de Kaká” en el centro del campo como se decía, sino que lo estaba haciendo mejor que el brasileño incluso. Definitivamente, ha sido el rey del madridismo desde esa posición de mediapunta… ha nacido ‘Rafael XXIII el incansable’. Descansa en paz ahora, porque te lo has ganado.



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