La nueva dimensión de Casillas

Dentro de que la selección española ha sido la gran triunfadora de este Mundial de Sudáfrica por encima de todo y de todos, hay algunos hombres dentro de La Roja que se merecen una mención especial. Uno es Vicente Del Bosque, inconmensurable en cada una de las decisiones tácticas que ha tomado en el torneo. Otros son Busquets y Piqué, dos jóvenes que si bien fueron muy rápidamente ascendidos al olimpo, han dado muestras de encontrarse muy cerca de la élite del fútbol mundial -si no están ya en ella-. Por supuesto, Iniesta y Villa, sin los cuales esta selección no hubiera sido la misma (es increíble que la FIFA crea que Forlán y Sneijder han estado mejor que ellos dos). Otro es Sergio Ramos, el Maicon español en este torneo, que desde la banda ha sido uno de los más desequilibrantes del equipo. Y para el final dejo a Iker Casillas. El protagonista de todos los periódicos del mundo por ser el que levantó la copa, y el que salvó literalmente a la selección en las últimas tres rondas. Un jugador que con el paso de los años ha adquirido una nueva dimensión.

Aún le recuerdo cuando cantó con Amaral en el especial de la selección que hizo El Larguero antes del Mundial de 2006 en el Palacio de los Deportes de Madrid. Entonces tenía un carácter dicharachero, juvenil, sin complejos, era casi el animador de la plantilla. Y sin embargo en las celebraciones del campeonato mundial parecía que tenía una actitud poco menos como la de un hermano mayor con sus veintidós hermanitos a los que vigilar, cuidar y proteger. Y apenas han pasado cuatro años de una cita a otra.

El propio Vicente Del Bosque cuando llegó a la selección decía que había notado a Casillas muy cambiado de como le ‘dejó’ en el Real Madrid, y que creía que podía ser el peso del brazalete de capitán (además de que ya tiene 29 y no 25 años, claro). Y creo que no le falta razón. Cualquiera que haya jugado alguna vez al fútbol sabe que ese distintivo no sólo te da el privilegio de levantar las copas o de elegir campo si la moneda del árbitro así lo determina. Te otorga automáticamente un peso, la responsabilidad de ser el que da ejemplo en el grupo, el apoyo del entrenador, y el que mantenga cohesionado y motivado al equipo entre otras cosas. Casillas fue el capitán de la selección campeona de Europa, capitán del Real Madrid durante este último año cuando ni Raúl ni Guti han estado para jugar con todo lo que eso supone en un club de tal magnitud, y capitán de la selección campeona del mundo. Y toda esa responsabilidad bien llevada parece que le ha dado una sombra más alargada aún, es mucho más maduro, más rígido, y más seguro de sí mismo.

De hecho, de no ser así, creo que nunca se hubiera dejado llevar por las emociones y hubiera plantado ese beso a Sara Carbonero, o hubiera viajado con ella en el avión de regreso a España a la vista de todos sabiendo que podría ser la comidilla de todo el país, futboleros y no futboleros. De no saber o sentir que tenía unas espaldas suficientemente anchas para soportar esa presión, no creo que le hubiera dado semejante carnaza a ese gremio de intoxicadores e invasores de la vida privada de las personas que tanto le  molestan, y que tanto daño hacen en ocasiones a los deportistas. Ojalá que esto no se malinterprete desde otros sectores que puedan afectar al portero madridista durante la temporada. Y es que esa exposición mediática tras el Mundial no viene sólo por el famoso beso, sino creo que principalmente porque Casillas ha subido un peldaño más como futbolista, ha pasado a una nueva dimensión en lo deportivo convirtiéndose en un icono aún mayor de lo que ya lo era. Ha ascendido a otro estatus.



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