La paradoja del amor y el odio

"A Kaká hay que esperarle todavía, pero ni endiosarle por un buen partido ni machacarlo por lo contrario"

El mundo del fútbol es una paradoja constante. El ejemplo más reciente lo tenemos en Kaká. El brasileño, como ayer decía Mourinho, ha pasado de ser el jugador más desastroso del mundo a número uno mundial en apenas unas semanas. Dependiendo de a quien se lea o se escuche podemos pensar que se está hablando de jugadores opuestos que, únicamente, comparten apellido. La virtud, como casi todo en la vida, está en el punto medio. No se puede decir ahora mismo que Kaká es la panacea y si esta misma noche no lo hace bien querer venderlo por 20 millones mejor que por 15.

Es obvio que el primero que quiere hacerlo bien en el Real Madrid es el propio jugador. Que lo ha pasado mal y que no ha rendido como se esperaba, también. Yo soy de los que piensa que a los buenos hay que perdonarles más las faltas que a los malos ¿Por qué? Porque cuando uno de los buenos falla, falla y falla, siempre se puede tener la esperanza de que a la cuarta lo haga bien porque lo ha demostrado en otras ocasiones. De los que no han demostrado nada o casi nada durante su carrera no se pueden esperar obras de arte porque su misión es picar la piedra, no esculpirla.

Por eso, pienso que a Kaká hay que esperarle todavía, pero ni endiosarle por un buen partido ni machacarlo por lo contrario. Lo que pueda hacer en Cornellá ejemplificará lo que es el fútbol en la actualidad, pasar de héroe a villano a la velocidad de la luz. Lo mejor de todo es que Mourinho está siendo justo con él. Si está mal, no juega. Si está bien, titular. El portugués también tiene buena parte de culpa en la nueva sonrisa de Kaká y acompañarle de Özil es toda una declaración de intenciones.

 

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