Las dos caras de Iker Casillas

"'La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino también parecerlo' y Casillas hace tiempo que ha olvidado lo segundo"

Siempre me han dicho que el fútbol son goles y que todo lo que no tenga que ver con ese sagrado instante en el que el balón atraviesa la línea no importa. Pero el sábado ante el Levante esta ley no escrita del balompié se rompió una vez más pese a la gran actuación de los blancos. Pregunto yo: ¿La grada disfrutó? Sí y merecidamente, un premio a la paciencia por aguantar estoicamente un campeonato que se perdió demasiado pronto ¿Y Los jugadores dieron la talla? También y no solo eso, sino que Higuaín echó más leña al fuego en la puja por la posición de nueve precisamente en el mejor momento de la temporada ¿Y de Cristiano? Delicioso como siempre, gol y asistencia con recadito para callar las bocas de los que se esfuerzan en sus particulares cruzadas para acusarlo de egoísmo. ¿Cuál es el problema entonces? Ninguno, tan solo me llamó la atención un detalle, una cara de un hombre entre toda esa atmósfera de cordialidad, un hombre que no sonreía, que se escondía en la sombra del banquillo y que despertó todas mis dudas.

No seré yo el que atente contra la integridad del capitán del Real Madrid, ni seré yo quien en un arrebato oportunista cargue sobre uno de los pocos que entienden hoy en día qué es esto del madridismo. Pero, como me dicen los ancianos: "La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino también parecerlo" y Casillas hace tiempo que ha olvidado lo segundo. Me explico. No me gustó el calentamiento de los dos guardametas sin cruzarse una mirada y todavía me gustó menos el gesto del capitán en el túnel de vestuarios saludando uno a uno a los jugadores excepto a su compañero de cuadrilla. Ni un abrazo, ni una palmadita en la espalda, nada. Un Diego López, por cierto, cuyo único crimen ha sido estar a la altura de las circunstancias y conseguir algo todavía más difícil: volver al Madrid por la puerta grande.

¿Por qué nos muestra Casillas esta actitud? ¿Tantas son las diferencias con Mourinho que lo han desquiciado? ¿Es ahora Casilla el que está triste? Preguntas con respuestas difíciles, pero a veces en esto del fútbol hacer memoria nos ayuda a contestarlas y yo, como muchos madridistas, recordamos las actuaciones discretitas del de Móstoles a principio de temporada. También, todo sea dicho, a más de uno nos sentó mal que su pareja mediática airease las confesiones de cama, en clave periodística, faltando al secreto profesional que reina en un vestuario. ¿Cuál es la solución? Fácil. Como hiciera el Doctor Jekyll en la obra maestra de Stevenson, Casillas debe encontrar su antídoto que lo devuelva a su forma original y desprenderse de esa personalidad maléfica que le está invadiendo, un remedio que nos entregue al Casillas que todos queremos y necesitamos. Capitán, hazlo por el madridismo, pero sobretodo, hazlo por ti.

 

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