La realidad es que el discurso no fue frío por no querer a la afición y a sus antiguos colegas de la plantilla, sino que el portugués sigue cabreado con el club y, para no romper el pacto de no agresión establecido entre ambas partes, se mordió la lengua al hablar del Madrid.
Fue un discurso directo, corto, calculador, que no dejó en el aire ninguna de las dos preguntas que le hicieron sobre los blancos, que pudiesen estar sujetas a interpretación negativa. En consecuencia, la afición lo interpretó como un gesto feo, como que al de Madeira no le importa haber compartido momentos tan bonitos con la elástica del Madrid, con la elástica que le ha llevado a lo más alto.
Nada más lejos de lo que pasó. El portugués estaba y sigue enfadado. No quiere hablar de más por posibles conflictos y tampoco le sale hablar bien de su ex equipo ahora. No lo siente así y el portugués suele guiarse por emociones. Estas fueron sus palabras textuales: “Fue muy fácil elegir la Juventus”, “ya tenía la decisión tomada hace mucho tiempo”, “no creo que en el Madrid lloren por mi marcha”.
Sea como sea, la polémica va a seguir ahí. Unos dirán que, más allá de su enfado con el club, debería haberse portado mejor con la afición y sus antiguos compañeros y otros verán lógico su enfado y, por lo tanto, sus calculadas y directas palabras.
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