Las medidas de presión que está ejerciendo el PSG sobre su jugador son brutales.
Pocos casos se conocen en las historia del fútbol, en las que una estrella mundial, posiblemente el mejor jugador del mundo, sea apartado del equipo no por declararse en rebeldía pidiendo un traspaso, sino por querer cumplir su contrato sin extenderlo más allá de la fecha de su finalización. Esto es lo que no se entiende, si no tenemos en cuenta los antecedentes de Rabiot y Verrati en el mismo equipo parisino.
El PSG va totalmente a su aire
El PSG, cuyo dueño es el estado de Catar con Al Khelaifi de ejecutor, ha demostrado que no se rigen por las reglas de mercado convencionales. Ellos tienen sus propias normas y como en el caso del Fair Play Financiero, se saltan a la torera las de los máximos organismos de fútbol del mundo.
Es por eso por lo que no les importa quién sea el jugador, que tomarán las medidas necesarias para que se cumplan los deseos de los dirigentes. Ni que sea un jugador francés, capitán de la selección francesa, el mejor jugador del mundo, el goleador histórico del PSG, van a hacer cambiar de opinión al Emir de Catar y a sus secuaces.
Pero eso llega hasta cierto punto. Ese punto en el que un jugador está dispuesto a mantener un pulso con ellos, a desquiciarlos y a amenazarlos con llevar el asunto a los tribunales, lo que podría derivar en una salida inmediata del club con la carta de libertad.
Esas son las intenciones de la familia Mbappé, si mantienen a Kylian en el grupo de los llamados ‘indeseables’ a partir del 4 de septiembre, ya que esta medida es completamente ilegal.
Eso a día de hoy parece no ser un problema para Al Khelaifi, que sigue firme en su postura de exigirle a Mbappé una renovación o la aceptación de un traspaso, si quiere que su situación cambie. Es temporada de Eurocopa y Juegos Olímpicos, el crack parisino no puede estar todo el año en la grada.
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