Y es que hay que estar muy loco para presentarse en el Bernabéu en una noche de Champions sin esperar que algo grande pase. Seas espectador o protagonista. Lo que está consiguiendo el Real Madrid en los últimos años es indescifrable.
163 segundos pasaron desde el primer gol de Joselu (88'), que forzaba una prórroga con el Bayern, hasta el segundo en el descuento que ya valía el billete a una final. Si conocen algún lugar en el mundo dónde pasen tantas cosas, y en tan poco tiempo, sólo hay una explicación posible. O estás loco, o fuiste al Bernabéu.
Lo más incomprensible de todo es que, por aura divina, remontadas como la del Real Madrid pueden suceder una vez en la vida. Dos como mucho. Si son tres, permíteme que dude. Pero este equipo ya lo ha convertido en habitual. No hay rival que salga sin traumatizar del Bernabéu.
Este año a un histórico como el Bayern, echando la vista atrás al poderoso City de Guardiola, lo mismo con el entonces Chelsea de Tuchel, y el PSG de Mbappé. Todos, sin excepción, abandonaron el Bernabéu con un diagnóstico claro: locura de las que no se curan.
Real Madrid, Champions, Bernabéu… Son palabras que nadie, al menos en su sano juicio, quiere enfrentar. Por eso es el Rey de esta competición. Al que le toque, directo al manicomio. Lo más sensato para la final es ir ya pidiendo cita.
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